jueves, 19 de junio de 2008

Todos los miércoles cita con la tradición creole en el “Bazar Labrin”

Al norte de la isla de Mahe, la principal del archipiélago de Seychelles, y a lo largo de la famosa playa de Beau Vallon, cada miércoles a partir de las 5 de la tarde se organiza un mercadillo local conocido popularmente como “Bazar Labrin”, que en creole quiere decir “mercadillo al atardecer”

Frutas y verduras frescas se entremezclan con artesanía y gastronomía sechelloise en un barullo de colores, olores y sabores tan típicos de la cultura creole.

Ensaladas de mango, banana laminada frita, chutney de papaya, morcilla y todo tipo de curris son algunas de las delicatesen que se pueden degustar por unos precios muy asequibles.

Mi favorito, el curry de pulpo (tuve que intercambiar la receta por la de la tortilla de patata) que te venden por unas 30 rupias, unos 2 euros. Aunque a mí, me sale estupendo porque ya conozco el secreto: muchas hojas frescas de canela y dejar hervir a fuego lento.

Brochetas de pollo o cerdo, pescados a la brasa… zumo de lima o jugos frescos de fruta de la pasión. Todo vale y todo está bueno. Todo lo acompañan con arroz, quizá para aplacar el picante del chili al que están tan acostumbrados y sin el que no sabe comer.

La fusión de razas en la cultura creole influye también en su cocina y así utilizan una gran variedad de especias: azafrán, pimienta, masala, canela en polvo…, y hojas frescas: tomillo, perejil, orégano…, raíces como el jengibre, la yuca, y frutas tropicales para crear sabores típicos que nos transportan a la India o a la China cuando llegan a nuestro paladar.

Dulces como el adobe de banana o el coco caramelizado, macedonias de frutas maduras… algodón hilado de color azul que encanta a los niños.

La artesanía local se compone de tallas en madera, collares y pulseras a base de coco, cestas y bolsos confeccionados con malla de palmera…

En el mismo puesto puedes encontrar botellas de cristal rellenas de arena de colores y escobas confeccionadas con materiales naturales y que sorprenden a los de fuera por su práctica utilidad. Suvenires originales de un país para que te lleves a casa un trocito del paraíso.

Pareos y camisetas pintados a mano con motivos tropicales. El colorido es único.

Lámparas a base de bambú, máscaras y bandejas, objetos de decoración de diseño simple pero peculiar.

Retratos, paisajes… los artistas locales se dan cita los miércoles para plasmar en sus lienzos fotografías de la vida cotidiana.

No funciona el regateo, no están acostumbrados, pero los precios son bastante populares. El objetivo es la propia población local que el miércoles tiene una excusa perfecta para reunir a la familia y cenar paseando bajo las palmeras que bordean la playa.


Una banda de música recorre el paseo entonando canciones propias del país y arrancando sonrisas al turista. A mí me recuerdan a la tuna, pero sin cintas ni capas. ¿Será por la pandereta?

La captura de los murciélagos, es otra de las atracciones que los locales reservan a los turistas. Lanzan las redes para hacerles caer al suelo.
La especialidad de este “fruit bat”, que sólo come fruta, es por supuesto cocinarlo con curry.

Y al anochecer, la hoguera en la playa nos indica que la fiesta continúa. Improvisan taburetes con viejos troncos de palmera. Las cáscaras del coco servirán para prender el fuego al que acercan los tambores, así el sonido es más auténtico. Guitarras, violines y todo tipo de instrumentos musicales caseros que nos sumergen, entre ritmos africanos y compases irlandeses, en un momento único donde los más valientes se lanzan a la danza “moutia” propia del país y que recuerda a los antiguos esclavos africanos recolectando la cosecha.

El “calou”, es compañero típico de estos guateques al aire libre. Conocido también como el “vino de palma” -ya que es la propia palmera cocotera la que destila este aguardiente- empieza a hacer efecto y los ritmos varían hacia la sega que todo el mundo conoce y sabe bailar. Arrastran a los turistas para enseñarles a mover la cadera de esa forma sensual tan característica.

Cantan y bailan, y se divierten compartiendo su ánimo con los curiosos que se asoman a la fiesta. Y cuando el calor aprieta un buen baño en las calmadas y cálidas aguas de Beau Vallon, aliviará los efectos del “bacca”, esencia del ron y destilado de la caña de azúcar.

Para los menos atrevidos “la piree”, jugo de frutas fermentadas. Con menos alcohol, pero no por ello menos sabroso.


El jueves más de uno llegará tarde a trabajar, pero su sentido del Carpe Diem es literal.

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único en el mundo...

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...tienes que sentirlo